DICHOS Y REFRANES DEL VALLE DE LA BERRUEZA
Dichos y refranes recogidos en los pueblos que históricamente han formado parte del navarro valle de la Berrueza (Acedo, Asarta, Cábrega, Mendaza, Mirafuentes, Mués, Nazar, Otiñano, Piedramillera, Sorlada, Ubago y Zúñiga)
Cuerpo triste, métete por donde saliste
El domingo de Lázaro cogimos un pájaro, el domingo de Ramos lo pelamos y el domingo Cuasimodo lo comimos cuasi todo.
El que se levanta tarde ni oye misa ni come carne
Buey de Ancín, hombre de Acedo y mujer de Mendaza, no te los lleves a casa
El que el día de labor va majo, el día de fiesta zarratraco
En viniendo la nuera se muda hasta el cepo
En la sociedad tradicional, cuando el heredero de la casa y hacienda traía a su nueva mujer a la casa familiar, suponía de alguna manera que los «amos viejos», el padre y la madre, pasaban a quedar en un segundo plano en el gobierno del patrimonio familiar y de la casa. Sin duda, la nueva «dueña» de la casa se hacía notar, ya que no tardaba en cambiar y organizar todo a su gusto y parecer. Por eso, las «comadres», como se decía en el habla popular, las mujeres de una cierta edad, tenían por bueno este antiguo dicho.
Y es que el cepo era el tronco de un grosor importante que se solía poner en el fuego bajo que había en las cocinas, el llamado «hogar». El fuego era alimentado con pequeños trozos de leña que se iban consumiendo junto a este cepo que duraba encendido durante más tiempo. Por lo que si algo que no parece tener opción de ser cambiado de sitio, «mudaba» con la llegada de la nuera, qué no cambiaría de lugar en la vivienda para adecuarse al nuevo estilo de la ama joven de la casa.
Era tradicional antaño también el «cepo de Navidad», que era un tronco tan voluminoso que, al decir del recuerdo de nuestros mayores, en algunas casas con la cocina en la planta baja lo tenían que meter con una junta de bueyes hasta el hogaril, donde era prendido cada Nochebuena, una tradición que se explicaba porque durante toda esa velada no podía faltar el fuego en la cocina para «calentar los pañales del Niño Jesús que acababa de nacer».
Entre Jorgete y Marquete vendimian la uva sin corquete
En primavera, a finales de abril, cuando en las cepas de la vid empiezan a desarrollarse los pámpanos y comienza la floración que dará lugar a los racimos de uva, los labradores de antaño sabían perfectamente que había una fecha en la que –año sí y año también– era habitual que cayera una buena helada nocturna. Por eso, en su calendario regido por el santoral cristiano, la experiencia hacía temer la llegada del día de San Jorge (23 de abril), ya que entre esta noche y la de San Marcos (25 de abril), si se daba la temida helada, la futura uva era vendimiada, cortada de raíz la nueva flor, sin necesidad de ningún instrumento cortante.
Corquete es el nombre local del instrumento que durante siglos se ha utilizado para vendimiar –o «mendemar», tal como dicen los mayores de la Berrueza– la vid a mano. Se trata de una cuchilla curva de metal con mango de madera, parecida a una hoz pero de menor tamaño, con la que se cortaban uno a uno los racimos de uva. En Navarra es llamado también «gancho», «hocete», «bocete» o «focete», en algunas zonas de La Rioja se denomina «ganivete» o «gañifete». A lo largo del siglo XX fueron siendo sustituidos por las tijeras de podar y, más recientemente, por maquinaria automática.
No se le ocurre ni al que asó la manteca
De color blanquecino, suele tener un aspecto sólido a temperatura ambiente, pero se derrite en contacto con el calor, por lo que como este dicho reza, asar la manteca es hacer que desaparezca en cualquier parilla al pasar a un estado líquido. Y de este modo, cuando alguien hace algo poco razonado se le compara con el personaje que actuó tan neciamente.
Por San Matías igualan las noches a los días
Este refrán, recogido en Mirafuentes, fue dicho por una persona que empezó sentenciando que «Por Santa Lucía alarga el día la pata de una gallina». Así pues, en la percepción popular del ciclo solar, en el oscuro invierno los días empiezan a alargarse el 13 de diciembre, y es a partir del 24 de febrero cuando el tiempo diurno empieza a ganarle la partida al nocturno, llegando su apogeo en «la noche más corta del año», la noche de San Juan (24 de junio).
Sin embargo, las lecciones de astronomía nos dicen que los equinoccios (del latín equinoctium, ‘noche igual’) son los momentos en que los días tienen una duración igual a la de las noches en todos los lugares de la tierra, excepto en los polos. Esto ocurre dos veces al año, entre el 21 y 22 de marzo y del 22 al 23 de septiembre. Así pues, la tradición que situaba a San Matías como equinoccio popular de primavera parece ser que andaba bastante alejada de la realidad científica, aunque para esa fecha, sin duda, «ya se empieza a notar cómo va alargando el día».
Una última curiosidad, el calendario cristiano celebra oficialmente la fiesta de San Matías el 14 de mayo, pero en estos lares era tradición antigua festejar en la última semana de febrero al discípulo de Jesús que se convirtió en apóstol al ocupar el puesto del malogrado Judas Iscariote.