En primavera, a finales de abril, cuando en las cepas de la vid empiezan a desarrollarse los pámpanos y comienza la floración que dará lugar a los racimos de uva, los labradores de antaño sabían perfectamente que había una fecha en la que –año sí y año también– era habitual que cayera una buena helada nocturna. Por eso, en su calendario regido por el santoral cristiano, la experiencia hacía temer la llegada del día de San Jorge (23 de abril), ya que entre esta noche y la de San Marcos (25 de abril), si se daba la temida helada, la futura uva era vendimiada, cortada de raíz la nueva flor, sin necesidad de ningún instrumento cortante.
Corquete es el nombre local del instrumento que durante siglos se ha utilizado para vendimiar –o «mendemar», tal como dicen los mayores de la Berrueza– la vid a mano. Se trata de una cuchilla curva de metal con mango de madera, parecida a una hoz pero de menor tamaño, con la que se cortaban uno a uno los racimos de uva. En Navarra es llamado también «gancho», «hocete», «bocete» o «focete», en algunas zonas de La Rioja se denomina «ganivete» o «gañifete». A lo largo del siglo XX fueron siendo sustituidos por las tijeras de podar y, más recientemente, por maquinaria automática.
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