El domingo de Lázaro cogimos un pájaro, el domingo de Ramos lo pelamos y el domingo Cuasimodo lo comimos cuasi todo.

Ya muy poca gente recordará en la Berrueza este dicho con el que nos ha sorprendido hoy una vecina de Mirafuentes, y mucho menos esa terminología popular para denominar los domingos de Cuaresma (Ana, Susana, Suseca, Rebeca, Lázaro, Ramos) y Pascua. Echando mano del Diccionario de la Real Academia de la Lengua constatamos que el «domingo de Lázaro» era el nombre con el que se designaba al quinto domingo de Cuaresma, y utilizando la misma fuente sabemos que «domingo de Cuasimodo» era el nombre que antiguamente recibía a nivel popular el segundo domingo de Pascua".

Así pues, el único que todavía nos resulta familiar es el de Ramos, celebrado siete días antes del domingo de Resurrección y que, conmemorando la entrada de Jesucristo en Jerusalén, da inicio a la Semana Santa.

A grandes rasgos, el domingo de Lázaro debe este nombre a la lectura del Evangelio que se realiza en la celebración eucarística de este domingo de Cuaresma, en la que se narra la resurrección de este amigo de Jesús, hermano de Marta y de María, que ya llevaba cuatro días enterrado. Cuando el Nazareno –de Nazaret, no de Nazar (je, je)– le «gritó con voz potente: “Lázaro, ven afuera”. El muerto salió» (San Juan 11, 1-45).

Por su parte, el domingo de Cuasimodo toma su denominación de las primeras palabras del introito en latín del segundo domingo de Pascua: «Quasi modo geniti infantes…» (‘Así como niños recién nacidos…’). Al parecer, tras establecerse en el Concilio de Trento –celebrado entre 1545 y 1563– la obligatoriedad de comulgar al menos una vez al año, se extendió la costumbre de que los sacerdotes llevaran en este día la comunión a los enfermos que no podían acercarse a los templos religiosos.

Hasta aquí todo lo dicho muy sobrio y jerárquico, muy de misa y religión, y sin embargo el dicho que nos ha hecho recordar estos datos poco tiene que ver con la Iglesia, sino con el humor popular de nuestros antiguos, ya que no deja de ser el relato de la caza y merienda de un pájaro…, eso si, vestido de total solemnidad.

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