La vida de nuestros padres y abuelos no se desarrolló en la abundancia sino todo lo contrario. La vida de gentes humildes, en casas más bien pobres y donde se multiplicaban los hijos, conllevaba que en el comer no existiera ningún tipo de lujo –«No teníamos ningún vicio entonces», suelen comentar los supervivientes de aquella generación de la posguerra española–, sino buenas muestras de escasez y fina ironía con la que enfrentarse a esas situaciones.
Por eso, ante un menú bastante limitado, siempre había quien con buen humor comentaba: «¡Cómo me voy a poner si sobra!», queriendo decir en realidad que, con lo que tenía delante de sus ojos, no tenía ni para empezar a quitarse el hambre de encima y, por supuesto, en esas familias tan numerosas, a la hora de comer nunca sobraba nada encima de la mesa.
Dichos relacionados:
–«El muerto al hoyo y el vivo al bollo».
–«Dame pan y llámame tonto».
No hay comentarios:
Publicar un comentario